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‘Europesadilla’

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Europesadilla cubo de la basura

Un fantasma recorre Europa. Es el fantasma de la pobreza, que se ha extendido por el continente pillando por sorpresa a todos”.  Así, parafraseando el inicio del Manifiesto comunista, comienza Saló su último tratado ‘comiceconómico’. Hay cada vez más texto en los cómics de Aleix Saló y cada vez más ambición.  Si en el vídeo promocional de Españistán’ (2011) sintetizó en 7 divertidísimos minutos el origen, desarrollo y explosión de la burbuja del ladrillo en España y en Simiocracia’ (2012) cómo nuestra crisis económica es también una crisis política y social, en Europesadilla’  Saló se propone romper las cataratas de nuestro eurocentrismo y demostrarnos que el liderazgo europeo ha sido sólo un paréntesis en la historia.  

 

Europesadilla la pirámide de Guiza y Stonehenge

Europesadilla el atraso de Europa

Ni Saló ni sus lectores podemos ver la crisis igual que hace dos años.  El monstruo ha mutado, es más fuerte y, con la excepción del gobierno – Rajoy empieza a compartir el optimismo antropológico de Zapatero -, nadie duda de que ha llegado para quedarse una buena temporada con nosotros.  La tesis principal de ‘Europesadilla’, menos gamberro y más didáctico que ‘Simiocracia’,  es que la crisis que vivimos es el último episodio de un cambio global en el liderazgo del mundo, un cambio rapidísimo. ¿Quién recuerda el liderazgo de Nokia hace poco más de una década?, se pregunta el autor.  Fue entonces cuando los líderes europeos pusieron en marcha una eurozona a la que Saló retrata como un Frankenstein, un monstruo lleno de parches que la crisis no tardaría en revelar.

Europesadilla Merkel la mala

El euro llenó los países del sur de créditos baratos financiados por los bancos alemanes. Saló ya nos contó muy bien en qué invertimos ese dinero en ‘Españistán’. Después, llegó la caída de Lehman Brothers, el crédito se cortó de golpe, el déficit se disparó y llegaron los recortespero éstos – escribe Saló - se llevaron a cabo de forma caótica e injusta, sin respetar la sanidad ni la educación (…) se subieron los impuestos, pero (…) dejando las reformas a medio hacer, para no afectar el statuo quo político-económico”.  Hasta Rodríguez Braun estaría de acuerdo. Sería muy fácil culpar de todo a Merkel. Saló no lo hace, aunque deja muy claro que es ella quien manda en Europa. Para él el gran responsable de la crisis es el  ‘Vampirus ibericus’. Si queréis saber quiénes forman esta peculiar especie, sólo tenéis que ver este vídeo. No hay crisis que los destruya.

‘Europesadilla. Alguien se ha comido a la clase media’. Aleix Saló. Debolsillo. Barcelona, 2013. 192 páginas, 9,95 euros (2,99 euros en formato digital: un precio a prueba de piratas).

Pd. (5/4/2012): Os invito a leer la entrevista de Toni García Ramón a Andreu Missé en Jotdown. Coincide con Saló y Muñoz Molina en destacar la gran responsabilidad de nuestros políticos en la crisis

http://www.jotdown.es/2013/04/andreu-misse-nos-falla-la-clase-dirigente-los-trabajadores-espanoles-son-muy-apreciados-en-europa/



La Thatcher de Judt

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Margaret_Thatcher_Iron_Lady

CUADERNO DE ROBOS (X)

No existe eso que se llama sociedad. Existen hombres y mujeres como individuos, y existen familias“. Margaret Thatcher

Tony Judt comienza con esta cita el capítulo XVII de su magistral ‘Postguerra’. Ayer, cuando las reacciones a la muerte de Thatcher se sucedían con la velocidad vertiginosa de Twitter, la red se dividió rápidamente entre el elogio sin fisuras, casi hagiográfico, y el rechazo total. Los críticos de Thatcher eran incluso incapaces de reconocerle un mérito indiscutible: que su victoria en la guerra de Las Malvinas fue el principio del fin de la terrible dictadura de los generalotes argentinos. Y los hagiógrafos convertían erróneamente la última gran guerra colonial británica en una lucha entre la democracia y la dictadura, olvidando que Thatcher no dudó en buscar en esa guerra el apoyo del dictador Pinochet. Thatcher – ‘dama de hierro’ para sus admiradores, ‘la que te quita la leche(‘Margaret Thatcher Milk Snatcher‘) para sus detractores -, siempre dividió al mundo en dos bandos enfrentados. Y lo volvió a hacer el último día de su vida. Por eso, ayer volví a leer a mi admirado Tony Judt. Aquí va su retrato de Thatcher.

François Miterrand, que algo sabía de esas cosas, la describió en una ocasión como alguien que tenía “los ojos de Calígula, pero la boca de Marilyn Monroe. Podía hostigar e intimidar de forma más inmisericorde que cualquier político británico desde Churchill, pero también era seductora. Entre 1979 y 1990 Margaret Thatcher hostigó, intimidó - y sedujo – al electorado británico para llevar a cabo una revolución política. El thatcherismo significaba varias cosas: reducción de impuestos, libre mercado, libertad empresarial, privatización de industrias y servicios, valores victorianos, patriotismo e individualismo (…) llegaron a lomos de la reacción violenta contra el espíritu libertario de los sesenta y atrajeron a muchos de los partidarios que tenía Thatcher en las clases obrera y media: hombres y mujeres que nunca se habían sentido cómodos en compañía de la intelectualidad progresista que dominaba la vida pública en esos años”.

“La primera victoria electoral de Margaret Thatcher no fue especialmente notable en términos históricos. En realidad, bajo su dirección, el Partido Conservador nunca ganó muchos votos. Más que ganar elecciones, observaba cómo las perdía el laborismo (…) Desde esta perspectiva, podría parecer que el programa radical de Thatcher y su firme voluntad de llevarlo a cabo no guardan proporción con el mandato emanado de las urnas, constituyendo una ruptura inesperada e incluso arriesgada de la consolidada tradición británica de gobernar tan cerca del centro como sea posible (…) acabó para siempre con la influencia pública que habían ejercido los sindicatos británicos al aprobar leyes que limitaban la capacidad de sus dirigentes para convocar huelgas (…) Entre 1984 y 1985, durante una confrontación enormemente simbólica que lanzó al Estado armado contra una comunidad condenada de proletarios industriales, aplastó el violento y emotivo esfuerzo que realizaba el Sindicato Nacional de Mineros para impedir el cierre de minas ineficientes”.

“No hay duda de que la situación de la economía británica mejoró durante los años de Thatcher, después de un período de declive inicial entre 1979 y 1981 (…) en 1983 tanto el beneficio político como el económico de liquidar los activos propiedad del Estado o gestionados por él hicieron que la primera ministra inaugurara una subasta nacional que se prolongó durante una década, ‘liberando’ tanto a los productores como a los consumidores. Todo o casi todo se puso en almoneda (…) Muchos de los que perdieron su empleo en industrias ineficientes (y antes subvencionadas por el Estado), como la siderurgia, la minería, los textiles y los astilleros, no volverían a encontrar trabajo nunca más, pasando a una situación de dependencia total y vitalicia respecto al Estado, que sin embargo no se expresaba en esos términos. Si sus antiguas empresas se convirtieron en algunos casos en rentables compañías privadas, no fue tanto por el milagro de la propiedad privada como porque los gobiernos de Margaret Thatcher las libraron de unos elevados costes laborales fijos, ‘socializando’ el gasto en trabajadores superfluos mediante los seguros de desempleo estatales”.

“En consecuencia, como sociedad, como economía, el Reino Unido de Thatcher era un lugar más eficiente. Pero, como sociedad, sufrió un cataclismo de desastrosas consecuencias a largo plazo. Al desdeñar y desmantelar todos los recursos que estaban en manos colectivas, al insistir a gritos en una ética individualista que prescindía de cualquier valor no cuantificable, Margaret Thatcher causó un grave daño al tejido que sustentaba la vida pública británica. Los ciudadanos se transformaron en accionistas, o partes interesadas (…) en la City de Londres, los bancos de inversión y los corredores de bolsa se beneficiaron tremendamente del big bang de 1986, año en el que los mercados financieros británicos se desregularon y se abrieron a la competencia internacional. Los espacios públicos cayeron en el abandono. La pequeña delincuencia y la criminalidad aumentaron al incrementarse la parte de la población que se veía atrapada en una pobreza permanente. La prosperidad privada se vio acompañada, como ocurre con tanta frecuencia, de la miseria pública”.

“Entre las principales víctimas de Margaret Thatcher se encontró el Partido Conservador (…) Margaret Thatcher gobernó sola (…) Thatcher, que era una ‘radical’, empeñada en destruir e innovar, despreciaba el acuerdo. Para ella, la lucha de clases, convenientemente actualizada, era el material de que estaba hecha la política (…) El thatcherismo era más una cuestión de ‘cómo’ se gobernaba que de lo que se hacía realmente al gobernar (…) No sólo destruyó el consenso de postguerra sino que forjó otro nuevo (…) Por primera vez en dos generaciones se había cuestionado el papel del Estado (…) A veces se dice que se ha exagerado el papel de Thatcher en este cambio (…) pero, incluso con la perspectiva del tiempo, resulta difícil imaginar quién, salvo Thatcher, podría haber hecho de sepulturero. Para bien o para mal, lo que hay que reconocer es la propia escala de la transformación que obró. A alguien que se hubiera quedado dormido en Inglaterra en 1978 para despertarse veinte años después, le habría parecido un desconocido: muy diferente a su yo anterior, y enormemente distinto del resto de Europa”.

‘Postguerra. Una historia de Europa desde 1945. Tony Judt. Editorial Taurus. Madrid, 2006. 1216 páginas, 29,50 euros.

Pd.: Pocas veces una entrada de este blog ha tenido tan buenos enlaces: desde un artículo de Carlos Mendo de 1985 sobre la huelga minera a la página de ‘Spirit of 45′, el último documental de Ken Loach (que ha propuesto privatizar el funeral de Thatcher porque “es lo que ella habría querido”), pasando por el obituario de Nick Robinson en la BBC. No los dejéis pasar.

Pd. 2 (9/4/13): He vuelto a revisar las páginas que Judt dedica a Margaret Thatcher tras el comentario crítico de Sergio. Creo que el historiador no sentiría que las líneas de esta entrada tergiversan su visión de Thatcher, pero buscando los elogios que Sergio lamenta no encontrar he localizado unas líneas de Tony Judt que explican por qué es casi imposible hablar de Thatcher sin despertar recelos. Aquí van:

Su negativa a dejarse impresionar ni siquiera cuando sus políticas monetaristas parecían estar fallando (a los conservadores que en octubre de 1980 le rogaron que cambiara de táctica y que diera un giro de 180 grados a sus políticas les respondió: “Daos la vuelta si queréis. La dama no va a cambiar de rumbo”), el hecho de que aceptara encantada el apodo de ‘Dama de hierro’ con el que al describían los soviéticos, el patente placer que sentía al enfrentarse y derrotar a una reata de oponentes (que iban de la Junta militar argentina en la guerra de Las Malvinas hasta el líder del sindicato minero Artur Scargill), el bolso que blandió con agresividad contra la reunión de líderes de la Comunidad Europea mientras exigía “que nos devuelvan el dinero”: todo ello sugiere que claramente consideraba que su principal baza política era precisamente su testarudez, esa negativa contumaz a cualquier cesión, que tanto escandalizaba a sus críticos. Como indicaban todas las encuestas, hasta aquellos que no gustaban de las políticas thatcherianas solían reconocer cierta admiración por la figura de esta mujer. Una vez más, los británicos eran gobernados”.

Hoy, como entonces, parece imposible definir a Thatcher sin que los sentimientos se interpongan.


‘Héroes, aventureros y cobardes’

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peter o'toole - lawrence of arabia 1962

Envidio a Jacinto Antón. No por haber conversado con hombres y mujeres que intentaron matar a Hitler, cruzaron desiertos inmensos, fueron los primeros en romper la barrera del sonido o pilotaron un Sabre en los cielos de Corea. Menos aún por haber participado en un golpe de Estado. Le envidio, sin reparos, sin límites, por haber logrado convertir sus aficiones en su trabajo y, sobre todo, por su maravillosa capacidad para transmitir en sus artículos periodísticos la pasión que siente por lo que ama, por tener un estilo inconfundible en el que el rigor y la diversión siempre están presentes, por haber logrado ser único.

 “Abro al azar  ‘Los siete pilares de la sabiduría’, que leo como otros la Biblia – escribe Antón en ‘Sangre, sudor y arena’ – , y vuelvo a extasiarme con su prosa cargada de una hiriente poesía”. Dos líneas después, antes de que el lector piense que se lo toma demasiado en serio, Jacinto Antón llama al escritor de su biblia “el Emir Dinamita”. Hay que ser muy hábil para retratar a Lawrence de Arabia en un puñado de líneas y descubrirnos que era, al mismo tiempo, un héroe, un aventurero y un cobarde. Antón coquetea con la pedantería – acantilado al que se asoman todos los eruditos – y sale sin un rasguño mientras nos desvela al hombre que oculta el mito. Sólo es posible gracias a una armadura de humor y una habilidad al escribir propia de un amante de la esgrima.

‘Héroes, aventureros y cobardes’, la flamante recopilación de sus artículos y entrevistas en El País, se puede y se debe leer al azar, a la caza de la sorpresa. Antón nos lleva con Alejandro a través de la inmensa Asia, nos invita a escalar el Himalaya en una expedición nazi,  a combatir hasta la última bala con Walter Hamilton y su ‘band of Guides’ en un Kabul asediado, y a sentir el empuje de los dos turborreactores Junkers Jumo que impulsan nuestro Me 262 a la caza de una ‘fortaleza volante’No hay aventura como la aventura de las máquinas aéreas, escribe Jacinto Antón y nadie la ha contado tan bien en la prensa española, siempre dispuesta a equivocarse en el pie de foto y confundir un A-10 con un F-16.

Jacinto Antón tiene una fascinación sin complejos, casi infantil, por la guerra. Nos pasa a todos los cobardes. Miento, no le fascina la guerra sino los soldados y su comportamiento en esos momentos excepcionales que son los combates. Por eso conversa con el novelista Simon Scarrow sobre las tácticas de los legionarios romanos o con Max Hastings – corresponsal en 11 guerras, el reportero que entró en Port Stanley antes que los soldados británicos a los que acompañaba en la  guerra de Las Malvinas – sobre lo peligroso que es combatir a  las órdenes de un héroe. Los héroes no son buenos líderes – responde Hastings -  (…) Todo ejército necesita un puñado de héroes, pero sólo unos cuantos, los justos para ganar, el resto ha de ser gente normal con ganas de volver a casa”.

Este libro es, inevitablemente, un autorretrato. Porque Jacinto Antón (casi) siempre escribe de Jacinto Antón cuando escribe de otros o incluso cuando conversa con otros. Y viajando en el tiempo – es una pena que los artículos y entrevistas no estén fechados -, conversando con arqueólogos fascinantes como Christiane Desroches Noblecourt o Zahi Hawass, el escritor nos descubre dónde comenzó su pasión por la aventura – mi primera momia, como todas mis primeras cosas, desde la muerte hasta el amor pasando por el sexo, estaba en un libro -, confiesa su cleptomanía fetichista – ¡sustrajo un botón del conde Almásy! – y admite que toquetea como un niño travieso las armas, medallas y uniformes  de los museos.

Héroes, aventureros y cobardes’ lleva a muchos libros, incluido uno que Jacinto Antón no cita y que contiene estas líneas de Joseph Conrad que no me he resistido a robar: “Sentí en mi corazón que cuanto más se aventura uno, mejor se comprende que todo en nuestra vida es vulgar, insuficiente y vacío”.  Hay algo de esa melancolía en casi todos los hombres y mujeres que llenan este libro, personajes insólitos que fueron más allá de sus propios límites, cobardes que salvaron su vida por ser incapaces de enfrentarse al miedo y que vivieron el resto de su días corroídos por dentro, héroes que intentaron salvar al mundo y que fueron demasiado peligrosos. Leer sus vidas a través de los artículos de Jacinto Antón nos permite escapar de la repetición diaria que domina nuestras vidas. ¡Shahabsh! (bravo por ellos).

 ‘Héroes, aventureros y cobardes’. Jacinto Antón. Editorial RBA. Barcelona, 2013. 400 páginas, 21 euros.

Pd.: Este libro también nos lleva a muchas películas y es una invitación a volver a ver el ‘Lawrence de Arabia‘ de David Lean y Peter O`Toole, quizá la gran película de aventuras. No he encontrado una imagen mejor para acompañar estas líneas.


Romantilibros manuseados

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El hipopótamo funambulista

Las mejores entradas de este blog son manuseadas, como diría un lector portugués. Las escribí durante años en lasextanoticias.com, sólo por el placer de leer y escribir. Tener un blog era para mí un privilegio, no una obligación.  Un día, sin previo aviso, las borraron. De aquella quema nació este blog. De sus 161 entradas, 128 pertenecen a ‘El hipopótamo funambulista’, un nombre extravagante creado para destacar en una red tan inmensa que convierte estos textos en una botella de náufrago. Aquí van cinco, elegidas este día del libro para celebrar el amor a ese objeto sin el cual no puedo entender mi vida. Rescatadas del fuego para volver a surcar el océano.

Los libros manuseados

Me gusta pensar que los libros que leemos se quedan con una parte de nosotros. Una frase subrayada, un pos-it para evitar el lápiz que nunca se borrará, una esquina doblada, un marcapáginas olvidado, un nombre escrito en la primera página, el tique de un regalo, el perfume inconfundible de la chica a la que presté el libro. Todos esos detalles son pistas para reconstruir un instante, un billete para viajar en el tiempo. Encontré por azar uno de estos billetes en un libro de la cuesta de Moyano, “Sociología”, de… (sigue leyendo).

Tirar un libro (6/5/10)

“Va contra mis principios comprar un libro que no he leído previamente: es como comprar un vestido sin probártelo”. Al contrario que Helene Haff, he comprado decenas de libros sin pasar por el probador. En algún momento de mi vida pensé que tener libros era casi como leer libros. Tres estanterías más tarde descubrí la mentira, pero el vicio de comprar ya me había mordido. Por eso me gustan las tiendas de saldo y las ferias de ocasión, donde los libros… (sigue leyendo).

Mi librero de cabecera (8/12/09)

El guardaespaldas llegó a primera hora de la mañana, mientras abría las cajas de novedades y hablaba en silencio conmigo mismo: “Una edición de ‘El libro del desasosiego‘ por Perfecto Cuadrado, ¡ja, ja!”… la tenía justo en mi mano cuando aquel tipo fornido entró en la librería, con su traje oscuro, gafas oscuras, pelo oscuro y camisa blanca.  “Buenos días”, dijo con una voz nada oscura, casi amarillo chillón, una voz que desafinaba con aquel cuerpo disfrazado. “Buenos días”, contesté. “¿Es usted el responsable?” “¿De qué?”, contesté.”¡De la librería, de qué va a ser!” “No, pero… (sigue leyendo).

Tocar los libros’  (25/10/10)

Jugaba la lluvia con los cristales. Gota a gota componía una canción de ritmo irregular y el tintineo del agua se entremezclaba con el ruido del teclado. Como un oficinista entregado, copiaba los párrafos que más me habían gustado, esas líneas que justo cuando comienzas a leer prenden una señal, la luz de un faro en un mar de tinta. “Contaba Salman Rushdie que, de niño, en Bombay, en ciertas familias se besaban los libros sagrados, los textos divinos, igual que los trozos de pan que se caían al suelo. Pero en su casa no: se besaban los…(sigue leyendo).

El ataque de los escritores del Sí

Los escritores del Sí tienen nombres y apellidos, pero nadie los recuerda. Su cara y sus ropas pueden parecer las de un habitante del país de los escritores, pero son invisibles para el común de los lectores y, ¡ay, aquí está su gran maldición!, para los editores. Esa desgracia condiciona sus vidas pero ellos no se resignan. “Hola, buenas tardes”. “Buenas tardes”. “Verá, hace unas semanas dejé unos libros en depósito y quería saber si les queda alguno”. El dependiente, que ha leído mucho antes de entrar a trabajar en la librería pero es un novato, no tiene ni idea de qué quiere decir este cliente. De hecho, aquí está su primer error: ¡Este señor… (sigue leyendo).


Un prólogo ‘A sangre y fuego’

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Manuel Chaves Nogales

CUADERNO DE ROBOS (XI)

Llevo días paseando por el Madrid bombardeado. Con la facilidad del lector, entro y salgo en el terror de la ciudad asediada con sólo abrir y cerrar un libro, buscando testimonios del terror de vivir bajo las bombas en aquel largo noviembre de 1936. He encontrado en las memorias del pintor José Moreno Villa la mejor descripción del espectáculo de las batallas aéreas entre los ‘Chatos’ y ‘Moscas’ soviéticos y los Ju-52 alemanes, que hasta la llegada de los cazas habían bombardeado Madrid con total impunidad.  He escuchado el ronquido nocturno de los trimotores mortales y he sentido el miedo cuando las explosiones de las bombas se acercan y los cristales de las ventanas estallan en el diario del diplomático chileno Carlos Morla Lynch. Y en el relato de La defensa de Madrid, de Chaves Nogales, he visto a dos madrileños discutir con humor sobre ‘Otto’ y ‘Frittz’, los dos Junkers de la aviación franquista – decenas en realidad – que se turnaban para mantener a la ciudad siempre en tensión.

En el primer relato de ‘A sangre y fuego’, Chaves Nogales cuenta las terribles ‘sacas’ que se sucedían como represalia a los bombardeos. Eran oficiales en las ciudades dominadas por los militares sublevados y espontáneas y descontroladas, en la España republicana, donde los milicianos anarquistas creían que sólo podían ganar la guerra haciendo primero la revolución. Hoy he descubierto, gracias a este artículo de Andrés Trapiello – el gran difusor de la obra de Chaves, que tan bien rescató María Isabel Cintas –, que la editorial Renacimiento prepara una nueva edición de ‘A sangre y fuego’ con dos relatos hasta ahora inéditos: El refugio y Hospital de sangre’. No sé si el periodista los descartó, pero he encontrado en el primero la mejor descripción del dolor y el miedo que padecieron miles de españoles que experimentaron por primera vez el terror aéreo. Tengo dos ediciones de ‘A sangre y fuego’, pero voy a comprarme esta nueva y os invito a hacer lo mismo. No conozco mejor forma de hacerlo que invitaros a leer el prólogo de esta colección de relatos, un autorretrato magistral que explica por qué durante décadas Chaves Nogales fue un injusto desconocido, arrinconado por vencedores y vencidos oficiales.

 “Yo era eso que los sociólogos llaman un ‘pequeño burgués liberal’, ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio – como dicen los marxistas -, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo”.

Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas palmaditas en la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales; mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mi ni creía que yo fuese realmente un buen periodista; pero, en fin, e cuentas, a costa de buenas y malas caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria (…)

Cuando estalló la guerra civil, me quedé en mi puesto cumpliendo mi deber profesional (…) Me fui cuando tuve la convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid, como las que vertían los aviones de Franco, asesinando a mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas (…)

El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado (…) El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene elevado en un parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende (…) En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años (…) En el exterior, un Estado fuerte, colocado bajo la protección de unas naciones y la vigilancia de otras (…) Para librarme de esta congoja de la expatriación y ganar mi vida, me he puesto a escribir y poco a poco he ido tomando el gusto de nuevo a mi viejo oficio de narrador (…) Cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera”.

A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España’. Manuel Chaves Nogales. Editorial Renacimiento. Sevilla, 2013. 328 páginas, 22 euros.

Pd.: Anoche se estrenó en la Filmoteca de Sevilla el documental El hombre que estaba allí‘, de Daniel Suberviola y Luis Felipe Torrente, un corto de media hora sobre Chaves Nogales. Hecho con mucha más pasión que dinero, “intercala la narración biográfica del personaje con las intervenciones de quienes le conocieron (su hija, Pilar Chaves Jones), quienes, sin conocerle, le admiran (Muñoz Molina, Trapiello, Martínez Reverte) y quienes le conocen más que si le hubiesen conocido (María Isabel Cintas)“, escribe Teresa Constenla en El País. Sin pincháis en los nombres, podéis acceder a las entrevistas que han concedido para el documental. Espero que ‘El hombre que estaba allí‘, declarado homenaje al magnífico El maestro Juan Martínez que estaba allí’, tenga la difusión que merece.


¡Bizcotur! y otros cameos de escritores

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Cela en La Colmena

Intervine en ‘Manicomio’ porque el director me dijo que necesitaba una persona que comiese hierbas y tirase coces. Le dije que no tenía inconveniente”. Camilo José Cela

Antes del verbo llegó la coz. ‘Manicomio’ (1954), una película de episodios dirigida por Luis María Delgado y Fernando Fernán Gómez, fue el primer y único intento de llevar a Ramón Gómez de la Serna a la gran pantalla. Ese era para Fernán Gómez el único mérito de la película en la que Camilo José Cela hizo su primer cameo.  Histriónico narrador de anécdotas, el futuro Nobel le contó a José Ramón Pérez Ornia mientras se preparaba para su gran actuación en el cine que en ‘Manicomio’ sólo puso la cara, aunque en realidad le sacó más partido a su pie: “mientras interpretaba la escena mandé de una patada al Hospital Provincial a una actriz secundaria, y septuagenaria, que estaba detrás de mí y a la que no había visto“. No mintió, aunque hasta hoy sólo podíamos fiarnos de su palabra, porque era imposible…

(Si quieres ver el primer cameo de Cela, inédito hasta ahora en Internet, continua leyendo aquí, en Unfollowmagazine)


‘Así es como la pierdes’

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Junot Díaz

Acabo de descubrir a Junot Díaz. No me fokin jodas”. Sí, cinco años después de que le dieran el Pulitzer por La maravillosa vida breve de Óscar Wao’, una novela que ahora me muero de ganas de devorar. “Carajo, ¿y tú tienes un blog de libros? Na má hangueas como un tíguere, la verdá”. Ya, en fin, pensé que no entendería su forma de escribir. “Ya, te daba tremendo fokin miedo”. Pues sí, pero en cuanto empecé a escuchar a Yunior ya no puede parar de leer. “Enigüey, empieza a escribir ya y deja de copiar”.

Todo empezó con esta entrevista, la que Óscar López le hizo a Junot Díaz en su fantástico Página 2. Terminé de escuchar la conversación entre ambos y me lancé como un loco a leer los relatos de Así es como la pierdes’, que llevaban dos semanas en la pila de libros de mi mesilla de noche, una torre de Pisa que una noche caerá sobre mi cabeza. Todavía recordaba el acento de Junot cuando empecé a escuchar a Yunior, el protagonista de la mayoría de los 9 relatos que forman este libro demasiado breve.

Como su autor, Yunior es un dominicano que llegó de niño al Nueva Jersey de los setenta, hijo de un padre con muchas novias, y, como su autor, Yunior es profesor de literatura en una universidad de Boston.  Hasta aquí, el principio y el final de la historia, el resto, las desventuras amorosas y familiares de Yunior espero que no tengan nada que ver con la vida de Junot Díaz. Porque, advertencia, ‘Así es como la pierdes’ empieza despertando la sonrisa del lector – no sé si de las lectoras -, a través de las aventuras sentimentales de Yunior, el infiel más torpe del mundo, pero como bien cuenta Alejandro Gándara enseguida llega el down.

El down del destierro de unos niños arrancados del Trópico al infierno helado de un suburbio del Nueva Jersey de los setenta. El down de una madre que nunca aprenderá bien inglés y que soportará durante años las infidelidades de su hombre. El down de las inmigrantes ilegales, destinadas a lavar las sábanas sucias de los hospitales o servir comidas en restaurantes rápidos, mientras viven en un piso patera. El down del infiel descubierto y de la mujer engañada. El down del profesor universitario detenido una y otra vez por el color de su piel.

Así es como la pierdes, podía haber sido la novela de Yunior, el brillante hermano menor siempre a la sombra de Rafa, el intratable primogénito, imán de mujeres. No lo es, pero es su vida la que hilvana esta colección de historias llenas de sexo y soledad y en las que Junot Díaz demuestra su magistral dominio del lenguaje. Nadie diría que este libro tan bien escrito esté traducido del inglés. Los diálogos son magníficos y la voz del propio Yunior cambia conforme crece de niño desterrado a adolescente lector, de adolescente conquistado a veinteañero ‘cuernú’, y de treinteañero infiel a cuarentón baqueteado. Es uno de los mejores libros que he leído. “La verdá na ma”, como diría Yunior, el peor mentiroso del mundo.

Así es como la pierdes’. Junot Díaz. Editorial Mondadori. Barcelona, 2013. 208 páginas, 16,90 euros.


‘Sobre mi madre’

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Richard Russo and his mother

Esta modesta tira de fotomatón es un tesoro pero ¿le gustaría a Jean? Después de conocerla, tengo mis dudas. Es probable que salvase la primera y la segunda foto, pero lamentaría que en la última Richard saliera con el rostro borroso justo cuando la sonrisa de ella parece más natural, menos forzada. Madre e hijo debieron atrapar estos cuatro instantes de felicidad a mediados de los cincuenta, cuando Decadencia abría sus mandíbulas para zamparse a Gloversville, la ciudad de los guantes.

Villaguanteros es un nombre tan irreal como absurdo, pero no seáis demasiado severos: si aún viviéramos en los tiempos del ladrillazo, Villacañas se llamaría ya Villapuertas. Esta historia transcurre en una ciudad demasiado real con nombre de cuento, pero es auténtica, o lo fue. Jean y su hijo nacieron en esta pequeña ciudad industrial del estado de Nueva York, creada alrededor de las peligrosas y fétidas tenerías, que alimentaban y mataban a la ciudad al mismo tiempo.

Sí, el padre no está en la foto. Héroe de guerra, tuvo la suerte de desembarcar en Utah y no en Omaha el día D, pero, si alguna vez lo intentó, fue incapaz de vencer su ludopatía y abandonó a madre e hijo. Jean superó la “auténtica hazaña” de trabajar a tiempo completo y criar a Richard gracias a la ayuda de los infalibles abuelos maternos. Esa Jean, heroína anónima, nos sonríe desde esta tira de fotomatón, sin saber que un día su hijo, ganador del Pulitzer con la maravillosa Empire Falls’, escribirá su vida para pedirle perdón por “no ser nunca capaz de curar lo que la afligía”.

Porque tras su sonrisa Jean ocultaba decenas de demonios personales, inextricables para los que más la querían y conocían, pero visibles para cualquier desconocido, miedos que la afligían y que convertían la vida con ella en un reto. Madre e hijo vivieron toda su vida “presos en un drama de dos personajes. Con Jean no había negociación posible. O se la aceptaba como era, con sus rituales y manías obsesivo compulsivas, o se la rechazaba para siempre. Richard la amaba lo suficiente como para no tener elección, para hacerlo todo y sentir también no estar a la altura.

Puede que ella tratase de disuadirme de ser escritor, pero era más responsable que nadie de que lo fuera (…) Gracias a mi madre aprendí que leer no era una obligación, sino un placer, y por ella llegué a tener la intuición de una verdad esencial: la mayoría de las personas están atrapadas en una existencia solitaria, una vida circunscrita a los deseos y fracasos imaginarios, unas limitaciones de las que los lectores están exentos. No es posible que haya un escritor que antes no sea lector, y eso es lo que mi madre hizo de mí”.

Jean no sólo le transmitió el amor a los libros – muy diferentes de los que él leería y crearía -, sino también una tenacidad y obstinación que Richard supo utilizar para encontrar su propia voz, hasta convertirse en uno de los mejores narradores de la clase obrera estadounidense: “porque – y no dejes que nadie te diga lo contrario – escribir novelas es básicamente poner orden las cosas (“ahora esto, después eso”), y obstinación. Adivinar tu camino en la oscuridad, tratar de anticiparse a la Ley de las consecuencias imprevistas. Vivir con y para la inseguridad. Intentar algo y cuando eso no funciona, intentar otra cosa. Aceptar la confusión”. Una gran lección de literatura y, sobre todo, de amor.

Sobre mi madre’. Richard Russo. Editorial Alfagura. Madrid, 2013. 238 páginas, 19,50 euros.



‘Historia (casi) de mi vida’

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Blas de Otero

CUADERNO DE ROBOS (XI)

Ahora

voy a contar la historia de mi vida

en un abecedario ceniciento.

El país de los ricos rodeando mi cintura”.

1.274 páginas de papel biblia. Mil doscientas setenta y cuatro páginas contienen (casi) toda la obra del poeta Blas de Otero: los poemas míticos celebrados por los revolucionarios que soñaban su mundo nuevo, los versos memorizados por torpes conquistadores, las líneas dispersas de prosa que sólo leyó la mujer que más le amó. Un libro de poemas padece asma. Necesita oxígeno de mar, de páramo, de ciudad…”, escribió el poeta vagamundo en ‘Nueve historias fingidas y verdaderas’. Este libro gordo y necesario, asmático y vital,  está lleno de poemas y de prosas inéditas, incluidas las apenas 20 páginas de las memorias que Otero empezó a escribir en 1969. De esa ‘Historia (casi) de mi vida’ he robado los fragmentos en los que el poeta habla de su oficio. Espero que os gusten.

“La revelación fue una frase de Lorca que viene a decir que el poema tiene sus derechos, hay que obedecerle. Esto ocurrió hacia 1944, hasta entonces, desde mis doce años, yo había escrito infinidad de poemas, con mucho arrebato, pero con poca autoconciencia y control. Uno de mis poetas predilectos fue – y sigue siéndolo – José María Gabriel y Galán. Porque sabed, críticos cegatos, poetas miopes y pedantes, que Gabriel y Galán es un buen, y a veces muy buen poeta”.

“¿Por qué escribimos lo que escribimos? Nadie lo sabe (…) En último término, se podría decir que la expresión poética no es sino una forma sui generis de sintaxis. Una manera extraña de hablar. Pues “si no se debe de escribir como se habla, tampoco resulta conveniente escribir como no se habla”, y el poema hay que decirlo, más que leerlo”.

“Al arrancar, apenas sé de qué voy a escribir. Poemas tan concretos de tema, por ejemplo ‘Muy lejos’ – el llamado poema de Bilbao -, ignoraba, cuando comencé a escribirlo, que ese iba a ser su tema y desarrollo. Debe haber un control, un equilibrio entre la libertad y la vigilancia. Escribimos con los párpados entornados: semidormido, pero vislumbrando interiormente con lúcida claridad. Cada palabra que trazo es cernida en el momento de brotar. Si la dejo emerger, la pronuncio o, al menos, la vocalizo en silencio. Por eso apenas corrijo después. Olvídate de lo que escribes, aunque guarde casi todos mis poemas en la memoria”.

“Lo realmente impresionante de la vida de todo hombre es que es única, irrepetible. Mi vida dura exactamente hasta mi muerte. Y no se repetirá. Ninguno de los hombres que viven conmigo, de los que me precedieron o aparecerán más tarde, son mi vida. No volveré a vivir, no volveré a ver, a fumar, a pasear, a hacer el amor. Para siempre, se acabó para siempre. He aquí lo más irreal de mi vida”.

Los primeros versos los vi en mi adolescencia madrileña en el ‘Tesoro de la juventud’ Y algunos de Juan Ramón. Después, yendo a Valladolid a examinarme de las asignaturas de Derecho, leía a Gabriel y Galán. Luego entré en la Generación del 27 (es preferible llamarla a sí que no “la de la Dictadura”, para no confundirla con otra posterior). Lorca siempre me gustó por su condensación, su corporeidad”.

“Yo había trabajado a mis veinticuatro años de asesor en una fábrica de forjas de Vizcaya. En realidad, allí escribí el ‘Cántico Espiritual’, pues pronto me di cuenta que todo aquel papeleo, Hacienda, etc., era un camelo y lo despachaba por debajo de la pata. Me fui a Madrid a cursar Filosofía y Letras. Otro camelo la Facultad que también abandoné, sin darme por vencido”.

“Las lecturas en prosa llenan nuestro espíritu, quizás más que la poesía, que lo ahonda, aunque creo vagamente que la música llega más lejos… Considero Guerra y pazla mejor novela, juntamente con el ‘Quijote’, aunque sea enemigo personal de nuestro gran libro a causa de su último capítulo, una claudicación lamentable, innecesaria, pues bastaba haberle hecho al hidalgo reconocer su locura en cuanto a los medios empleados, no en el ideal perseguido. Pero no todo es tan sencillo en esta vida, y para qué vamos a complicar la muerte. No hay mucha literatura que merezca perdurar, releerse”.

“Estoy sentando a la puerta del palacio de Orozco, viendo pasar mi entierro. Lo llevan a hombros cuatro hombres invisibles. Lo estoy mirando pasar con toda serenidad, algún día tenía que ser, así, sin chanfainas de ningún tipo, arropándome la tierra madre, la tierra que brotará hierba y sobre la que descenderá la lluvia desmenuzada, como yo, de mi pequeña patria. Pero antes de morirme quiero echar mis versos al fuego”.

“Mi terquedad es indomable, dirigida siempre hacia los cuatro puntos cardinales de toda mi vida: el arte, la mujer, la justicia y pasear por la calle (…) Amo la calle. Si muero en la calle, que me entierren como dios quiera: sin cruces ni semáforos”.

“Estas líneas serán completadas algún día. Todavía no me siento fuera del presente ni veo mi pasado como absoluto pasado”

Obra completa’. Blas de Otero.  Editorial Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2013. 1.274 páginas, 30 euros.


‘1984’ en 1984

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BB is watching you

Lo horrible es que, con todos los respetos para George Orwell, ‘1984’, sea un éxito de librería en 1984, Año del Señor. Terrible que la fecha-título titule el año”. Así comenzaba Antonio López Campillo ‘The Warning’, su artículo incluido en pequeño volumen que Austral publicó en 1984 para hablar de ‘1984’. Hoy, 29 años después, lo horrible es realmente horrible y ‘1984’ ha pasado del 11.855 al tercer puesto de los más vendidos en Amazon. Todo después de que Edward Snowden revelase que tanto EE.UU como Gran Bretaña saben todo lo que hacemos en Internet.

No estamos sometidos a la implacable mirada del Gran Hermano” escribía Carlos García Gual en la presentación de los 13 artículos de Orwell: 1984’. Como él, son varios los autores que se sienten obligados a explicar que la distopía de Orwell – escrita en 1948 (de la inversión de las últimos dos números deriva la caprichosa elección de la fecha-título) – no era una profecía tecnológica, sino a una advertencia moral. En el año 1984, el totalitarismo real estaba al otro lado del telón de acero e Internet, y su cambio vital, sólo existía en el cyberpunk de William Gibson, que ese mismo 1984 publicó Neuromante’.

No recuerdo cuándo compré ‘Orwell: 1984’, sólo sé que no fue hace 29 años. Leído ahora, cuando la profecía tecnológica se ha cumplido y el control de lo que hacemos es total, es sin embargo más obvio que Antonio López Campillo- un hombre renacentista que ha hecho muchas cosas pero al que siempre recordaré por las fantásticas píldoras televisivas de 5 minutos de La isla del Tesoro, su original programa de libros – tenía razón: “el libro de Orwell es una advertencia de que aquí y ahora se puede pasar a una situación de tipo soviético”.  Aunque la advertencia se haya cumplido ¡18 años después de que se extinguieran los soviéticos! (y por sus vencedores).

En su artículo, López Campillo define el totalitarismo como  “todo régimen cuyo gobierno no conoce límites a su intervención en todos los ámbitos de la sociedad y que controla, o pretende controlar, en una proporción considerable la vida de sus súbditos”. Ahora que el subcontratado de la CIA“¡Malditas subcontratas!”, habrá gritado en algún mandamás  en el cuartel general de esa casa de cenizasEdward Snowden ha revelado al mundo que dos de las democracias más antiguas del mundo actúan como un gobierno totalitario, la cuestión es si aún estamos a tiempo de que Orwell nos salve.

Abundan las gentes que son como la primera mujer de Winston Smith, en cuya cabeza (desde aquí escribe Orwell) “no había un solo pensamiento que no fuera un slogan”. Es lo que decía ya en 1984 Carlos García Gual, sin los 140 caracteres de Twitter de por medio. La ‘neolengua’ de ‘1984’ y el ‘doblepensar’ de los políticos y élites que nos gobiernan llevan décadas entre nosotros.  Para explicar nuestra responsabilidad en el drama de Orwell, López Campillo nos remite al discurso ‘De la servidumbre voluntaria’ de Étienne de La Boétie.

Es increíble cómo el pueblo , a partir del momento en que es sometido – escribe La Boétie -, cae tan bruscamente en un olvido tan profundo de la libertad, que no es posible que se despierte para recuperarla, sirviendo tan limpia y voluntariamente que se diría, viéndolo, que no ha perdido su libertad, sino que ha ganado su servidumbre”.  Es lo que debieron pensar los súbditos de los monarcas absolutistas, que no leyeron a La Boétie o, sencillamente, le despreciaron.

Así que podemos aceptar el control de todo lo que hacemos en la red como algo inevitable o, peor aún, como el peaje necesario por tener Internet. Si es así, se confirmará lo que Orwell  -sin prever la clonación y nuestro dominio del ADN – escribió casi una década antes de su libro fecha: “Podría suceder que se llegue a producir una nueva raza de de hombres que carezcan de toda aspiración a la libertad, del mismo modo que se podría crear una raza de vacas sin cuernos”.

Orwell: 1984. Reflexiones desde 1984’. Varios autores. Editorial Espasa-Calpe UNED. Madrid, 1984. 318 páginas, de 5 a ¡28,57! euros.

Discurso de la servidumbre voluntaria’. Étienne de La Boétie.  Editorial Trotta. Madrid, 2008. 10 euros.

Pd. (24/6/13): Gracias a Ana V. he descubierto El ojo electrónico: el auge de la sociedad de la vigilancia, un libro de David Lyon editado por Alianza en 1995. Aunque la tecnología haya avanzado, las cuestiones éticas que plantea son hoy más actuales que entonces.

 


Montalbano lee

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leyendo 2

Los personajes literarios sueñan, comen, fuman, roban, aman y mienten, pero pocas veces son tan reales como cuando leen una novela. Alonso Quijano se convirtió en Don Quijote por la locura de leer sin pausa las aventuras literarias de caballeros inexistentes. El hidalgo Alonso leía y mientras volaba por las páginas una brillante armadura le crecía alrededor del cuerpo y su sillón se convertía en Rocinante, presto a llevarle al galope al rescate de su amada Dulcinea.

Montalbano no sólo envejece al ritmo que lo hacen sus lectores, sino que lee, y sus lecturas parecen tan reales como las arrugas que Andrea Camilleri traza en el rostro y el alma del comisario. Montalbano lee a los autores que su creador admira y quiere recomendar a sus lectores, maestros como Pirandello – cuya vida narra Camilleri en su Biografía del hijo cambiado’ - o Sciascia, poetas como Dylan Thomas o Eliot, pero también novelas contemporáneas que han sido un éxito de ventas y  que Camilleri detesta tanto que desearía que Montalbano pudiera detener a su autor por su mal gusto.

Somos marionetas… ¿Quién lo había escrito? Ah, sí Pirandello. Por cierto, tenía que comprar el último libro de Borges. Misteriosamente, el nombre del escritor, tras haber penetrado en su cabeza, ya no quería volver a salir. ‘Borges, Borges’, repetía una y otra vez. Y de pronto le acudió a la memoria una media página, o todavía menos, del autor argentino leída tiempo atrás”. Así, en sólo cuatro líneas de El primer caso de Montalbano’, Camilleri nos devuelve a los años 80 – cuando aún se podía vivir la experiencia de comprar el último Borges -  y nos muestra las lecturas de su personaje.

En esa primera aventura, escrita mucho después de La forma del agua’ (1994), la primera de la serie, descubrimos a un joven Montalbano recién nombrado comisario en la imaginaria Vigàta que releeLa sangre de los atridas’, “la novela negra de un francés que llamaba Magnan (…) que ya había leído pero le gustaba como estaba escrita”, porque es el primer libro que encuentra en las cajas de su mudanza. Pero en La paciencia de la araña’ (2004) es la investigación la que lleva a Montalbano directamente a la página 122 de El consejo de Egipto’, de Sciascia, “la primera edición de 1966, la que había leído a los dieciséis años y siempre tenía a mano para releer de vez en cuando”, tras intuir la impostura a la que se enfrenta.

En El perro de terracota’ (1996) descubrimos a Montalbano “sentado en la galería leyendo por quinta vez Pylon’ de Faulkner, se levantó de un salto”. Esta tercera novela de la serie nos descubre tres claves de las lecturas del comisario. Que Montalbano ama a Faulkner más que los vecinos de Amanece que no es poco. Que su librera es una pésima librera: “Aún no había entendido que Montalbano aborrecía leer libros sobre la mafia, sus asesinatos y sus víctimas”. Y, por último, que Montalbano lee a Vázquez Montalbán, el escritor que le da nombre. Lee Montalbano los casos de Pepe Carvalho y al hacerlo es menos personaje y más persona.

Pd:La sonrisa de Angélicaes la última novela de la serie de Montalbano y en ella, sinopsis de solapa, “la belleza fulgurante de esta joven treintañera de sonrisa luminosa (Angelica Cosulich) trastorna profundamente a Salvo, pues es la viva imagen de la Angélica del ‘Orlando furioso’, el ideal femenino que protagonizó las fantasías adolescentes del comisario“. Parece que nunca las lecturas de Montalbano fueron tan influyentes en la trama de sus aventuras.


Camus cumple 100 años

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Albert Camus

Murió demasiado pronto. Cuanto más me acerco a sus 46 años, más escasos me parecen para el periodista, el dramaturgo, el novelista que escribió tanto y tan bien, el hombre que es aún un referente moral. El 7 de noviembre de este 2013 Camus cumplirá 100 años. Cuando falleció – el 4 de enero de 1960, en el accidente de un coche en el que estuvo a punto de no viajar -,  la dictadura soviética parecía eterna, el hombre soñaba con llegar a la Luna y Stuart Sutcliffe sugería a sus amigos de Liverpool “¿Y si nos llamamos ‘The Beatles’? Ya sabéis, como ‘The Crikets’, la banda de Buddy Holly

En 1960 nuestro mundo sólo era uno de los muchos posibles, pero 53 años después la obra de Camus ha sobrevivido a políticos y profesores, y sigue viva en el mundo efímero de Twitter. “El  gran problema de la vida consiste en saber cómo pasar entre los hombres. Con esta cita de Camus, que cumple con creces la jibarización de los 140 caracteres, inicia Elisenda Julibert su artículo sobre Camus, primero de los 11 del notable cartapacio que Turia’ dedica al centenario escritor y que completa la detallada biocronología preparada por Juan Antonio Tello.

Desde este primer artículo, Camus resucita al apolillado Sartre, su  gran  antagonista. Sartre y Camus – escribe Julibert - representan dos posibles políticas y, más allá, morales (…) por una parte la de que el fin justifica los medios y por la otra la de que determinados medios pervierten cualquier fin, por bondadoso que sea”.  Cuando la batalla de Argel se libra con bombas en los mismos tranvías que toma su madre, Camus, anticolonialista, no duda: entre la justicia y mi madre, elijo a mi madre.

Grita Camus la verdad y su madre, analfabeta, presa en una cárcel de pobreza, clave en la obra del escritor, se convierte en nuestra madre, siempre más afortunada que la madre de Camus, sola demasiado pronto. Porque si Camus será siempre joven, su padre, ese “primer hombre al que José María Ridao dedica su artículo, muerto en los primeros combates de la IGM cuando Albert apenas tiene un año, lo será aún más. La novela inacabada dedicada al padre perdido no se publicaría hasta 1994, pero sostiene Ridao que es la consagración del escritor como uno de “los grandes espíritus independientes del siglo XX”.

Un espíritu que siempre luchó contra la injusticia a través de la palabra. Valentí Puig nos cuenta que lo hizo como periodista en las páginas del ‘Alger Républicain’,  de Combat’ – donde escribe mientras milita en la resistencia francesa contra los nazis –  y de ‘L’Express’; Julián Muela escribe sobre el Camus dramaturgo, de ‘Calígula’ a ‘Los justos’Manuel Arranz, del Camus pensador, autor del  ‘El mito de Sísifo’ o ‘El hombre rebelde’ -. Y José María Ridao nos descubre los vasos comunicantes que unen sus novelas, La Peste’, el breve, veloz e inolvidable ‘El extranjero’, y su inacabado El primer hombre’.

Con ‘El extranjero’ y la adaptación al cine que hizo Visconti – con Marcello Mastroianni como Meursault – al fondo, Carme Riera recuerda a Camus en el artículo más personal. La escritora se acerca a Camus desde un enfoque único e inesperado. El señor le pone los cuernos a la señora. Le gustan todas, le cuenta al oído Juanita a la madre de Riera, mientras ésta, niña, escucha al otro lado de la puerta. “El ‘señor’ de quien hablaba Juanita – escribe Riera – era Albert Camus, en cuya casa de París servía su hija Ángela”. Riera se eleva pronto del cotilleo anecdótico y se descubre, como todos los autores de este notable especial, como una enamorada de este hombre imán, que aún tiene tantas cosas que decirnos.

‘Turia. Revista cultural’, número 107. Teruel, Junio – Octubre 2013. 452 páginas, 10 euros.


Monjes Molotov

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Monje del monasterio de Esfigmenu lanza un cóctel Molotov

CUADERNO DE ROBOS (XII): ‘Boomerang

¡Ortoxia o muerte!” gritaban los monjes de Esfigmenu, uno de los 20 monasterios ortodoxos del  Monte Athos, mientras los antidisturbios griegos intentaban desalojarlos. Con más fe en las armas que en las palabras,  uno de los monjes recibió a los policías con un cóctel Molotov. Ocurrió la semana pasada y, aunque los monjes de Esfigmenu están más preocupados por el dogma que por el ladrillo, enseguida recordé el retrato que Michael Lewis hace en su trepidante Boomerang’ de sus vecinos del monasterio de Vatopedi.  Aquí van algunas líneas robadas del escándalo que llevó a Papandreu al gobierno, con todo lo que vino después (aquí, vídeo). 

A finales de 2008, saltó la noticia de que Vatopedi de algún modo había adquirido un lago prácticamente carente de valor y lo había cambiado por unas tierras propiedad del gobierno mucho más valiosas. No estaba claro cómo habían hecho eso los monjes, pero se dio por sentado que le pagaron un importante soborno a algún funcionario del gobierno. Sin embargo no se detectó sobornó alguno. Aunque eso dio igual: el escándalo que aquello supuso marcó la política griega del año siguiente. El escándalo de Vatopedi caló en la opinión pública griega como nada que pudiera ser recordado”.

“Además de las tierras que recibieron en el intercambio (cuyo valor calculó posteriormente el Parlamento griego en mil millones de euros), los monjes, por sus propios medios, estaban obteniendo una financiación del ciento por ciento para comprar en Atenas rentables edificios y urbanizar los solares que habían adquirido. El antiguo pabellón de gimnasia de las olimpiadas se convertiría en una lujosa clínica (con la que obviamente los monjes disfrutaban de cierta sinergia). Entonces, con la ayuda de un banquero griego, los monjes redactaron un esbozo de algo que se llamaría Fondo Inmobiliario de Vatopedi. De hecho, los inversores del fondo les comprarían a los monjes las propiedades que les habían concedido el gobierno. Y los monjes usarían el dinero para devolver a su monasterio la gloria de antaño”.

“Basándome en la teoría de que si quieres saber cuánto dinero tienen realmente los ricos, lo mejor es que les preguntes a otras personas ricas (en lugar de preguntarles a los periodistas, digamos), realicé un sondeo aleatorio entre varios griegos adinerados que habían hecho fortuna en el sector inmobiliario o financiero. Calcularon los activos inmobiliarios y financieros de los monjes entre los mil y los dos mil millones de dólares; un negocio que la nueva dirección del monasterio había empezado desde cero. Y eso que en sus orígenes lo único que podían vender era el perdón”.

(El abad de Vatopedi fue detenido a finales de diciembre de 2011, acusado de fraude y otras irregularidades financieras, y liberado en mayo de 2012 (aquí vídeo), tras pagar 300.000 euros de multa. Además de viajar a Grecia, en su divertido, veloz y deprimente (por lo que nos toca) Boomerang’, Lewis recorre Islandia, Alemania e Irlanda, cual Jordi Évole sin cámara. Si Deusto hace una segunda edición, espero que incluya una visita a España e Italia, los últimos países de este tercer mundo europeo).

Boomerang. Viajes al nuevo tercer mundo europeo”. Michael Lewis. Editorial Deusto. Barcelona, 2012. 204 páginas, 19,95 euros.


‘Por qué la austeridad mata’

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Sanidad recortes

Lo ignoramos, pero somos cobayas de un enorme ensayo clínico a escala planetaria que comenzó hace más de 5 años. Una prueba que no controlan médicos sino políticos y economistas. Es lo que afirman David Stuckler y Sanjay Basu, autores de Por qué la austeridad mata’, un ensayo en el que intentan cuantificar los muertos que han causado los tijeretazos para reducir el déficit y pagar, a costa de la salud de los más débiles, la deuda de los banqueros.

Lo primero que demuestran es que la austeridad ya mató antes. Y no precisamente durante los años de la Gran Depresión, ese espejo deformado de la crisis que vivimos-. Pese a que creó las condiciones propicias para la propagación de enfermedades, la actuación del gobierno demócrata de Roosevelt fue decisiva. Los programas del New Deal no solo contribuyeron a evitar mayores desastres económicos – escriben Stuckler y Basu -, sino que estadísticamente se correlacionaron con importantes y duraderas mejoras de la salud pública“. Disminuyó la mortalidad infantil, pero también los suicidios.

Justo lo contrario ocurrió cuando la URSS se derrumbó. A principios de la década de 1990 desaparecieron 10 millones de hombres rusos“. Es una cantidad superior a la de soldados soviéticos que perecieron durante la IIGM y no fue un error del censo, sino la consecuencia de que el gobierno ruso siguiera los dictámenes del FMI y se lanzase a una transición salvaje del comunismo al capitalismo. Sólo entre 1991 y 1994, “la esperanza de vida de los varones rusos disminuyó de los 64 hasta los 57 años”. El alcohol hizo estragos entre generaciones de hombres que fueron incapaces de adaptarse al cambio de una sociedad que acabó en manos de oligarcas.

Sobraban y, casi literalmente, murieron ahogados en grandes cantidades de ‘odekolons’, bebidas elaboradas a partir de lociones para el afeitado, elixires bucales y cualquier cosa que tuviera alcohol. Uno de cada 4 parados bebía este tóxico que multiplicaba por 26 el riesgo de muerte. La tuberculosis, que parecía erradicada, volvió con tanta fuerza que aún hoy hay cepas resistentes a los más potentes antibióticos. En Tailandia fue el SIDA la enfermedad que se disparó cuando a finales de los años noventa el gobierno obedeció al FMI y recortó el presupuesto de Sanidad para frenar su déficit.

Pese a tan nefastos precedentes, el FMI – con la complicidad de la Comisión Europea y el BCE – ha impuesto a Grecia terribles recortes en Sanidad. Ya sabemos ahora que todos los tijeretazos sólo han provocado que la crisis de Grecia sea aún más grave, pero ignoramos aún cuántos muertos han provocado. Stuckler y Basu afirman que los  suicidios han aumentado un 17% y la mortalidad infantil un 40%. Pero el daño es aún más profundo e invisible. Atenas sufrió en 2012 un auténtico brote epidémico de SIDA. Las autoridades culparon a prostitutas extranjeras, aunque en realidad los contagios aumentaron un 224% entre drogadictos por vía intravenosa tras la retirada del presupuesto para jeringuillas.

Aunque escriben para lectores anglosajones – son constantes las comparaciones entre los recortes del Reino Unido y  la política sanitaria de Obama (muy lejos aún de una sanidad pública) – Stuckler y Basu dedican el prólogo del libro a los recortes sanitarios en España. Estiman que la crisis ha provocado 400.000 casos de depresión en nuestro país y que la dependencia y abuso del alcohol se ha multiplicado hasta por seis. Basta el sentido común para saber que la prevención es una inversión y que su recorte provoca el aumento del gasto sanitario.

Faltan datos para apreciar el daño causado por los despidos de médicos y enfermeros, el cierre de urgencias, la subida de las medicinas, la transformación de la sanidad pública en un negocio privado y, la decisión más inhumana, la prohibición a los inmigrantes ‘sin papeles’ (salvo menores y embarazadas) del acceso gratuito a la atención médica. Stuckler y Basu no los aportan en su ensayo pero sí dejan muy claro que la destrucción de la sanidad pública no es inevitable, como nos cuentan nuestros gobernantes, sólo una opción política con terribles consecuencias.

 ‘Por qué la austeridad mata’. David Stuckler y Sanjay Basu. Editorial Taurus. Madrid, 2013. 368 páginas, 18 euros.


“Los justamente vencidos; los injustamente vencedores”

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aidez espagne

Lo único que importaba saber de un hombre, una mujer, un libro, una empresa, una propuesta, era si era de ‘derechas’ o de ‘izquierdas’, y la reacción era automática”. Por desgracia, la frase es tan actual que Javier Marías podría haberla escrito, conjugada en presente, en uno de sus artículos dominicales. Pero el autor, su padre Julián, la escribió a principios de los años ochenta, recordando cómo era la España republicana en los años previos a esa guerra civil que lo cambió todo y dejó una herida abierta durante décadas que aún no ha terminado de cicatrizar.

Julián Marías tenía 22 años cuando estalló la guerra y, como los jóvenes intelectuales de aquella edad de Plata de nuestra cultura, un futuro ilimitado. Entonces, el 18 de julio de 1936 la mitad del Ejército – encabezados por Mola, Franco y los generales africanistas  – se sublevó contra la República. El golpe fracasó en la mitad de España. Triunfó en la otra. Ni unos ni otros tuvieron la fuerza para vencer en horas, menos aún en días. La guerra duró casi tres años; la dictadura de los vencedores, casi cuarenta. Tanto tiempo, que los vencedores contaron la guerra como inevitable, en una versión tan falsa como longeva.

No, la guerra no fue inevitable. Esa es la tesis principal de La guerra civil. ¿Cómo pudo ocurrir?, un ensayo tan breve como fundamental para entender el mayor desastre de nuestra historia. Sostiene Marías que aunque ni los más extremistas desearon la guerra sí llevaron a cabo una destrucción sistemática de la República durante años. “Lo grave – escribe Marías – es que ‘muchos españoles quisieron lo que resultó ser una guerra civil’. Quisieron: a) Dividir el país en dos bandos. b) Identificar al ‘otro’ con el mal. C) No tenerlo en cuenta, ni siquiera como peligro real, como adversario eficaz. d) Eliminarlo, ‘quitarlo de en medio’ (políticamente, físicamente si era necesario”.

La política “eclipsó toda otra consideración” mientras se negaban las reglas básicas de la democracia: “sólo se aceptaban sus resultados si eran favorables; unos y otros estuvieron dispuestos a enmendar por la fuerza la decisión de las urnas”. Políticos,  eclesiásticos, periodistas, empresarios, sindicalistas – y militares, añado yo – “se dedicaron ‘a jugar’ con las materias más graves, sin el menor sentido de la responsabilidad”. Para Marías, la politización y la frivolidad vinieron unidas a la pereza.

Pereza, una palabra que nunca había asociado a nuestra guerra civil, pero que Julián Marías considera decisiva para explicar la guerra. “Pereza, sobre todo, para pensar (…) para imaginar a los demás, ponerse en su punto de vista, comprender su parte de razón o sus temores (…) Era más fácil la magia, las soluciones verbales, que dispensan de pensar y actuar. En vez de pensar, ‘echar por la calle de en medio’. Es decir, o los cuarteles o la revolución proletaria, todo ello según su receta. En otras palabras, las vacaciones de la inteligencia y el esfuerzo”.

Quizá ‘cuanto peor, mejor’, la consigna acuñada por los enemigos de la República nada más comenzar ésta, sea la mejor síntesis de la nefasta unión de politización, frivolidad y pereza. Cuando la guerra estalló la violencia se extendió por un frente difuso y móvi – que pronto dominaron los militares sublevados apoyados por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini - y por ambas retaguardias, donde se asesinaba a la gente sólo por pensar. “La consecuencia inevitable fue el envilecimiento. Nadie quería quedarse corto, ser menos que los demás en la adulación de los que mandaban o la execración de los adversarios (…) El que se atrevía a ‘resistir a la guerra’ era el enemigo de todos, contra el cual todo estaba permitido”.

Con la victoria de Franco no llegó la paz, sino los campos de concentración, las ejecuciones sumarias, los trabajos forzados, la dictadura de los “injustamente vencedores”; la represión y el exilio de los “justamente vencidos”. Hace tres años escribí en este blog que entonces tenía otra casa, otro nombre, esta entrada con siete libros para comprender la guerra civil, cifra tan arbitraria como infinita es la bibliografía sobre la contienda. Faltaban entonces, claro, muchos libros, pero cuando la escribí Javier Jiménez, el editor de Fórcola, no había rescatado este ensayo tan breve como brillante de Julián Marías, la mejor introducción que he leído para intentar comprender nuestro mayor desastre.

 ‘La guerra civil. ¿Cómo pudo ocurrir?’. Julián Marías. Editorial Fórcola. Madrid, 2012. 84 páginas, 10,5 euros.



‘En la orilla’

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En la orilla

Pero en el fondo él y yo idénticos. El mismo pesimismo. La misma idea de que no hay hombre que no sea un malcomido saco de porquería”. Es la voz de Esteban, el pensamiento afónico que escucha este viejo fracasado en el interior de su mente, sin mover los labios, mientras mira a su padre nonagenario, el padre al que desprecia, el hombre que nunca le hizo sentirse querido; él sí, realmente mudo, tan solo en el mundo como este empresario quebrado, anciano encerrado en un callejón sin salida, como tantos hombres reales que no supieron ver el estallido de la burbuja del ladrillazo y quedaron atrapados mientras lo apostaban todo a la carta equivocada.

Parecía que no iba a quedarse ni un centímetro de terreno sin hormigonar; en la actualidad, el paisaje tiene algo de campo de batalla abandonado, o de territorio sujeto a un armisticio: tierras cubiertas de hierba, naranjales convertidos en solares; frutales descuidados, muchos de ellos secos; tapias que encierran pedazos de nada”. Esteban, vida estéril, se siente atrapado en la casa/taller/celda que comparte con su padre, que es de su padre. Porque él apenas ha llegado a tener nada, menos aún lo que no se puede comprar con dinero. Esteban reflexiona sobre su vida mientras 2010 acaba y siente que su vida es como ese suelo yermo y tapiado, un pedazo de nada.

Fuera de la casa/prisión, de la carpintería cerrada por quiebra, a Esteban sólo le quedan el marjal, la partida en el bar con los amigos que no son amigos, las visitas diarias de Liliana, la colombiana que lava la mierda de su padre sin inmutarse mientras le describe a Esteban un país de ensueño, semana tras semana, sablazo tras sablazo. “Imagino que sí, que al final todo se borra, aunque pasará un tiempo hasta entonces, ya sabes que el rencor dura bastante más que el amor, tu voz: no, hoy no le voy a decir para no preocuparlo, no quiero, le he dicho que lloro por mis cosas, pero no me pregunte, le he dicho que no se lo voy a contar, y ya está”.

Habla Esteban, rencoroso, solitario vencido, iluso traicionado, y habla Liliana, y sus voces se entremezclan en un diálogo que retumba en la casa/taller/celda sin salir de la mente de Esteban, que rumia su tristeza absoluta. Cruzan sus voces Esteban y Liliana, y Ahmed y Joaquín – dos de los cinco empleados de Esteban – y la mujer de Álvaro, el empleado que siempre pensó “heredar” el taller. Habla, poco, el padre de Esteban, comunista derrotado. Y habla Pedrós, prototipo del promotor/constructor que reinó en toda España y escapó indemne, dejando un reguero de cadáveres de carne, hueso y hormigón. Chirbes usa múltiples recursos literarios para que escuchemos sus voces y oculta con maestría el andamiaje para atraparnos en un mundo donde no hay Dios ni Marx.

Hay que adentrarse en La orilla’ con una buena dosis de optimismo. Se agotará pronto. Son muchos los críticos que ya la han definido como la mejor novela de la crisis. Lo es, sin duda, pero porque también es mucho más. Chirbes – que ya narró en ‘Crematorio’ la crisiestafa del ladrillazo cuando todavía políticos y economistas negaban la burbuja – ha escrito un relato soberbio sobre la condición humana. No hay espacio para la esperanza, ni siquiera para imaginar el espejismo de la felicidad. “La mentira – rumia Esteban – es como el agua, incolora, inodora e insípida, el paladar no la percibe, pero nos refresca”. En esta magnífica novela sólo hay verdad y mucha, mucha sed. El agua de este pantano está envenenada.

En la orilla’. Rafael Chirbes. Editorial Anagrama. Barcelona, 2013. 440 páginas, 19,90 euros.

Pd.: Anagrama anuncia para octubre la publicación en su colección Otra vuelta de tuerca de ‘Pecados originales’, un volumen que recoge ‘La buena letra‘ y ‘Los disparos del cazador’, dos de las primeras novelas de Chirbes.

Pd. 2: Aquí podéis leer la reseña de ‘En la orilla’ del novelista Ricardo Menéndez Salmón, en microrevista.com


‘Un reportero en la montaña mágica’

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DAVOS

Los cínicos reinan en este mundo y su capital mundial, durante cuatro días de enero, es Davos. Esta pequeña ciudad suiza se hizo célebre entre la élite europea por sus sanatorios para tuberculosos. Thomas Mann la visitó en 1912 para curar a su mujer y la eligió como escenario para ‘La montaña mágica’. Gran parte de aquellos privilegiados enfermizos desaparecieron de Davos cuando la carnicería humana de la Gran Guerra acabó con el siglo XIX. Con la difusión de la penicilina, los sanatorios dejaron de ser el motor económico de la ciudad después de la Segunda Guerra Mundial y la bella ciudad languideció hasta que el empresario y economista alemán Klaus Schwab creó el Foro Económico Mundial y eligió Davos como su sede.

Andy Robinson ha informado sobre cuatro de las cumbres anuales de este foro que reúne a los hombres más poderosos del planeta. No sé si asistirá a la de 2014, porque si algo evidente desde el subtítulo de su libro – ‘Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo’ – es que está muy harto de Davos. En Un reportero en la montaña mágica’, Robinson, corresponsal económico en La Vanguardia, tiene una tesis básica: la crisis que ha hundido en la pobreza a millones de personas y ha desmantelado el estado de bienestar – que nunca tuvimos plenamente los españoles – ha hecho más ricos, y poderosos, a los que ya eran ricos antes de la crisis… y que, sostiene, Robinson, crearon además la crisisestafa.

Robinson llena de datos ‘Un reportero en la montaña mágica’ para justificar su tesis. Como, por ejemplo, que el número de milmillonarios de la lista Forbes ha aumentado más de un 27% desde 2007 o que en 2011 el patrimonio de los ultrarricos ya era un 13% mayor que antes de la crisis. Mientras, la proporción de estadounidenses que se considera clase baja ha aumentado de 1 de cada 4 a 1 de cada 3. Nunca hubo ninguna declaración previa, pero el propio Warren Buffett ha admitido que los ricos, su clase, han librando una guerra contra todos nosotros… y nos han hecho trizas. La primera batalla la han ganado con el lenguaje, por eso creo que la mejor forma de acercarte al interesante y ameno libro de Robinson es a través de un glosario. Aquí va.

Desigualdad: No ha hecho más que aumentar desde que empezó la crisis. Hasta el punto de que Nouriel Roubini declaró en una de sus charlas en Davos que  Marx tenía razón (…) El capitalismo crea obstáculos para su propio desarrollo”. Pero los plutócratas no parecen preocupados por el diagnóstico del Doctor Doom’: que la acumulación de la riqueza en un centenar de miles de personas llevará a los 7.000 millones restantes a una pobreza que destruirá el capitalismo. Mientras la destrucción total llega, las vidas de millones de personas son destruidas, hasta el punto de que “en Estados Unidos, el coeficiente Gini, un indicador de la desigualdad económica, se ha situado en el nivel más alto desde los años veinte del pasado siglo”.

Estatus: Sin desigualdad no habría estatus y todo en Davos es cuestión de galones más o menos visibles.  La tarifa mínima por ser miembro del Foro es de 50.000 dólares anuales, más 19.000 por cada reunión anual. Para subir en el escalafón, hay que abonar 156.000 dólares por ser miembro asociado o 567.000 si quieres ser socio estratégico. Dime cuánto pagas y te diré quién eres. Como afirma Robinson, “nadie negará que Klaus Schwab tiene un excelente olfato emprendedor”.

‘Eavesdropping’: Ya sé, rompo el orden alfabético, pero es que el estatus que afecta a políticos y milmillonarios también clasifica a los periodistas: el color de su credencial define hasta dónde pueden llegar. Si es marrón, como la que llevan la mayoría de los informadores, ver a los ultrarricos en una fiesta les está vedado. Si es blanco, como la acreditación que lleva Juan Luis Cebrián, el champán y el caviar están garantizados. El ejército de reporteros ‘marrones’ al que pertenece Robinson apenas puede arañar más información que la que los organizadores facilitan. Por eso, utiliza la técnica de ‘eavesdropping’: fingir que habla por teléfono para escuchar las conversaciones de los participantes en el Foro y recoger algún dato que ‘cae’. “Escuché al geopolítico Ian Bremmer y el economista-inversor, Nouriel Roubini, planificar una conferencia que tratara sobre las desoladoras experiencias para la economía global y optar finalmente por celebrarla en la isla caribeña de Saint Barts porque las playas y las fiestas eran mejores allí”.

Bono paga impuestos

Filantrocapitalismo: Sí, al corrector de erratas de Word le parece una palabra increíble y la subraya como una errata, lo que no ha impedido que Bill Clinton se haga millonario difundiéndolo. Con su libro ‘Giving’, el expresidente estadounidense ganó 6,3 millones de dólares… pero sólo donó uno. Esta nueva forma de hacer negocios a través de la caridad ha creado expresiones como  ‘venture philanthropy’ (capital riesgo filantrópico) ó ‘impact investing’. Bono, el cantante de U2, fue durante años un defensor del filantrocapitalismo en Davos, mientras defendía sin complejos su burla al fisco irlandés y planeaba forrarse con un enorme rascacielos en Dublín. Después de leer a Robinson, es difícil no escuchar la gran canción de U2 con esta letra creada por Paul O`Toole: “I want to run, my Money to hide (…) I want to seek shelter from income tax pain / Where the accountants have no names

Money Honey’: Es el apodo de la periodista María Bartiromo, una de las periodistas compradas, literalmente, por el Foro Económico Mundial, para presentar sus conferencias y actos. Hecha la compra, parece imposible esperar que Bartiromo critique cualquier aspecto de Davos, por pequeño que sea, pero si además eliges un apodo tan cursi como tu propia ‘marca personal’ demuestras que ser periodista no es tu prioridad. A cambio, prometes ser una fantástica aduladora. Una cualidad que nos lleva a la siguiente definición.

Softball question:  Rajoy tuvo mala suerte en su entrevista en Bloomberg TV. Aunque se tituló ‘El hombre que salvó a España’ (ejem, bueno), no puedo evitar que Sara Eisen le preguntase por aquellas “cositas” que no eran falsas en el caso Bárcenas. Después de leer a Robinson parece que si le hubiera tocado Charlie Rose quizá habría tenido más suerte. Sostiene Robinson que “sólo Charlie Rose, el veterano entrevistador de Bloomberg e invitado estrella a todos los WEF, ha ido más lejos que Schwab en el arte de la ‘softball question’  (preguntas pelotas, aduladoras)”. No esta sólo. En ese club de periodistas que no son periodistas también está David Gergen o la melosa Bartiromo.

Working rich: A los plutócratas les encanta definirse como ultratrabajadores, banqueros o empresarios con largas y agotadoras jornadas que merecen ser superremuneradas. Sus fortunas se justifican así por sus habilidades y conocimientos especializados, no por la posición privilegiada que tenían al nacer. La expresión la acuñó Chrystia Freeland, gurú de tendencias tecnopolíticas de Reuters, en 2011, en lo que Robinson define como “un trabajo excelente de justificación de lo injustificable”: la existencia de una meritocracia que merece unos privilegios que ni siquiera soñamos. Robinson desmonta este eufemismo con un dato clave: “Por mucho que Davos insista en hablar del auge de los ‘working rich’, en 1992 los 400 estadounidenses más ricos declararon el 26% de su renta como salarios y el 36% como plusvalías. Ahora,  sólo el 6% se declara como renta asalariada y el 66% como plusvalías aprovechando impuestos mucho más bajos. Mientras las clases medias y los ‘working poor’ asumen el peso del impuesto sobre la renta”.

Zug: Sin Zug el negocio de Davos sería difícil de entender. A sólo una hora en coche de Davos, este cantón suizo es el paraíso fiscal más chic del mundo. Los hay mejores, sí, pero no son tan bonitos y, sobre todo, no están al lado de esta capital mundial del cinismo. 17.000 de las 29.000 empresas registradas en Zug no tienen empleados. Zug permite defraudar y esquiar con las mayores comodidades. Y para muestra una hamburguesa. “Burger King – escribe Robinson – constituye el ejemplo paradigmático de la filosofía Zug, prueba de que las estrategias globales de planificación tributaria, ingeniería fiscal y desplazamiento de beneficios empiezan ya a poner en entredicho no sólo la viabilidad del estado redistributivo sino también la de millones de pequeñas y medianas empresas a las que no les queda otro remedio que pagar a Hacienda”. Cada vez que comemos un menú en un Burger King español, el 10% de lo que pagamos tributa directamente en Zug.

Cuanto más seguro sienten su poder, más se parecen los plutócratas al retrato que hace de ellos El Roto. Su desvergüenza parece carecer de límites. Robert Benmosche, el consejero delegado de la asegurada AIG, que desempeñó un papel clave en la crisis de las hipotecas basura y después tuvo que ser rescatada con dinero público, acaba de comparar la indignación ciudadana por las primas millonarias de los banqueros con los linchamientos en el sur de Estados Unidos. Los plutócratas se sienten linchados cuando su ‘castigo’ no ha pasado de anuncios de cerveza como éste. Tan reveladora anécdota la cuenta Paul Krugman, pero ilustra muy bien la tesis de Andy Robinson. Cada capítulo de su libro se inicia con una cita de La montaña mágica’. No es un adorno. Igual que Hans Castorp y sus diletantes compañeros de sanatorio, los poderosos de Davos permanecen aislados en una burbuja del mundo real, incapaces de percibir que con su avaricia desmedida están destruyendo el sistema que permite su privilegiada y dañina existencia.

Un reportero en la montaña mágica’. Andy Robinson. Editorial Ariel. Barcelona, 2013. 218 páginas, 16,90 euros.

Pd. (11/10/2013): No podía ser en otro sitio. Os dejo la fantástica conversación entre Andy Robinson y Ramón Lobo en Jotdown. ¡A disfrutar!

Pd. 2 (30/10/2013): Hoy la edición española de la revista Forbes ha publicado por primera vez la lista de los 100 españoles más ricos. Estos 100 privilegiados tienen 158.000 millones de euros.


‘El caso Collini’

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El caso Collini

¿Cómo comentar esta magnífica novela sin desmontarla, sin robarte tu derecho a la sorpresa? No puedo. Sí puedo decir que es la primera de Ferdinand von Schirach, el abogado que se convirtió en un escritor de éxito gracias a Crímenes’ y Culpa’, dos libros de relatos basados en su experiencia como penalista, dos recopilaciones que quiero comprar y leer lo antes posible, en una librería real, sin hacer click en una página web.

Puedo añadir que Von Schirach ha defendido a tipos a los que no daríamos nunca la mano, personas a los que no miraríamos a los ojos si supiéramos los detalles de sus crímenes, pero con los que podríamos cruzarnos un día en una calle de  Berlín, Hamburgo o Munich. Tipos corrientes que un día cometen un crimen atroz, a veces inexplicable, pero que merecen una obligada defensa. Schirach tiene vetados a pederastas y ultras de extrema derecha. Los demás pueden confiar en él.

Sin duda, puedo contar que Ferdinand von Schirach padece insomnio. Ignoro si por las noches le atormentan demonios. Si no creyera en su trabajo, en la necesidad de la Justicia, intuyo que hace tiempo que habría dejado su carrera de penalista. Pero una noche en la que no podía conciliar el sueño, Von Schirach comenzó a escribir. Primero un cuento, luego otro, después otro. Y demostró que tenía una técnica depurada y un magnífico sentido del ritmo.

Puedo desvelar que El caso Collini’ está basada en un hecho real, el brutal e inexplicable asesinato de un anciano, reputado empresario de éxito, por un jubilado modélico, que nunca había violado la ley.  Puedo leer en voz alta la solapa: “Fabrizio Collini trabajó como operario durante treinta y cuatro años en la Mercedes-Benz. Pero un día, ya jubilado, acude al legendario Hotel Adlon de…”  Y afirmar que tiene hechuras de superventas: quiere entretener y lo consigue.

Sin reventar el desarrollo de la trama, puedo explicar que Ferdinand von Schirach compone esta novela breve y veloz en 19 capítulos y un anexo, aunque en realidad la divide en dos grandes partes. Que en la primera levanta con frases certeras un mundo de recuerdos, un paraíso infantil que destruye en la segunda, cuando el protagonista, el joven abogado Leinen, descubre la terrible realidad. Que tras la piel de best seller hay una profunda reflexión sobre el mal, la condición humana, la justicia…

Podría contar que Ferdinand von Schirach tiene un pasado del que no es responsable. Que, como todos, tuvo padres y abuelos. Que pese a su apellido aristocrático, uno de sus abuelos fue un nazi convencido, un hombre con mucho poder en el imperio de terror de Hitler. Que… pero no diré más. Sólo espero que tenga ya acabada la segunda aventura del abogado Leinen, alter ego destinado a protagonizar una magnífica serie de novelas. Ni el propio Schirach podría defenderse a sí  mismo si no nos entregase este gran regalo.

El caso Collini’. Ferdinand von Schirach. Editorial Salamandra. Barcelona, 2013. 160 páginas, 15 euros.


‘Fuera de aquí’

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Retrato de Enrique Vila-Matas según Pablo Gallo

Termino Fuera de aquí’ con la sospecha de que André Gabastou es más personaje que persona, un entrevistador ficticio que permite a Vila-Matas construir un relato coherente de su trayectoria literaria.  Es una sospecha tan incierta como legítima. Al fin y al cabo, en su lomo, este libro está firmado por Enrique Vila-Matas:  Gabastou  ni aparece. Todo arte es confesión, pero Vila-Matas – cansado de la eterna pregunta: “¿qué hay de autobiográfico en su obra?” – repite que en sus libros sólo hay un 27% de verdad.

Descubramos de antemano la técnica de esta entrevista: Gabastou preguntaba en francés y Vila-Matas escribía su respuesta perfecta en castellano. Correo a correo el narrador ha construido un espejo de su obra, con una oralidad tan buscada, y lograda, como fingida. El método ideal para un hombre fuga cuyas historias giran alrededor de lo falso, el doble, la desaparición, la reaparición, el humor… Un narrador atrapado entre el deseo de dejar de escribir y la pulsión de escribir para sentirse vivo: un Montano que quiere ser un Bartleby.

Gabastou recorre con Vila-Matas su obra y capítulo a capítulo analiza todos sus libros, desde Mujer en el espejo contemplando el paisaje (1973) – la primera novela, que Vila-Matas escribió mientras hacía la mili en Melilla – a Niña’ (2013) – su primer cuento para niños -, y entre novelas, cuentos y dietarios descubrimos los escritores que admira, las ciudades que ama, su sentimiento de eterno estudiante. Todos los escritores serios, digamos que todos los escritores verdaderos, llevan  una extraña forma de vida”, y Vila-Matas, más verdadero que serio, la disfrutó refugiado en la buhardilla que Duras le alquiló en el París de los setenta.

Enrique-Vila-Matas-fotografìa-en-Suicidios-ejemplares

No sé cómo será la edición digital de Fuera de aquí’, pero la real, tangible tapa dura, tiene cuatro capas de lectura. En las páginas impares, la conversación simulada con Gabastou; en las pares, una antología, con textos de los libros de Vila-Matas; en los márgenes, fotografías e ilustraciones, no siempre necesarias. Y al final de varios capítulos, conferencias o artículos inéditos, siempre precisos para intentar tener la sensación de lo imposible: sentir que has atrapado a este hombre complejo que se ha esforzado por levantar con su obra una poética de la simulación. Una sensación fugaz, porque Vila-Matas apenas nos deja entrever su vida.

No nos engañemos: escribimos siempre después de otros, escribe Vila-Matas en uno de esos textos inéditos, enorme autocita de un escritor que siempre ha reivindicado el noble arte de citar. “Poner  una cita es como lanzar una bengala de aviso y requerir cómplices”, aunque tengan mala memoria y no descubran que Vila-Matas ha alterado la frase robada  y que quien habla no es Kafka o Duras sino Vila-Matas a través de sus elegidos. “Las citas tienen un interés especial, ya que uno es incapaz de citar algo que o sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito”.  Escribe Wallace Stevens, pero habla Vila-Matas.

¿Y quiénes son los otros? Para Vila-Matas aquellos que intentaron nuevos caminos, exploradores que se asomaron a varios abismos y, en algunos casos, se despeñaron. Del feliz Laurence Sterne al enigmático Robert Walser, “héroe moral” del escritor;  del divertido y guía Duchamp al suicida Mário de Sá-CarneiroHe ejercido la crítica literaria desde dentro de mis ficciones, he creado un canon desde un lugar poco frecuente”, sostiene Vila-Matas. Y es cierto, aunque sus dos grandes escritores amigos, Roberto Bolaño y Antonio Tabucchi, pertenezcan ya a un canon universal, a pesar de su vanguardismo.

Enrique Vila-Matas según Pablo Gallo

Fuera de aquí’ gustará mucho a los lectores de Vila-Matas, pero también a los que creen que la literatura es más que un entretenimiento y debe buscar siempre un camino nuevo para contar la condición humana. “En el futuro habrá escritores pero no habrá literatura. Lo que habrá serán escritores ocultos, alejados ya de lo que podríamos llamar, sin paliativos, la ‘frenética profesión’. Habrá escritores escondidos que serán muy conscientes de que el éxito  de su obra dependerá únicamente de la opinión que uno tenga sobre ella  (…) Y, dada la incultura que reinará en el mundo entero – peor aún que la actual, lo cual ya es decir -, se sentirán muy felices de haber sabido apartarse, de haber sabido situarse literalmente fuera de aquí”. Aunque en nuestro presente este Fuera de aquí’ sea la prueba tangible de un éxito literario dentro de aquí.

Fuera de aquí’. Enrique Vila-Matas. Editorial Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2013. 266 páginas, 21 euros.

Pd.: Esta entrada no sería la misma sin las dos ilustraciones que Pablo Gallo me ha permitido utilizar. En este enlace podéis ver sus pinturas y aquí leer su blog. Si antes queréis una introducción a su original obra, os recomiendo este artículo de Karina Sainz Borgo en Vozpopuli.


Los robots de Amazon

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Robot

Todas las palabras nacieron un día concreto, aunque aun no existieran calendarios. Robot, la palabra checa más difundida en el mundo, se pronunció públicamente por primera vez el 25 de enero de 1921. Fue el día del estreno de R.U.R: Robots Universales de Rossum’ en el Teatro Nacional de Praga. Aunque la obra es de Karel Čapek, fue su hermano Josef quien creó la palabra. Defensor inconsciente del menos es más, Josef le quitó una “a” a ‘robota’, trabajo en checo, y creó así al perfecto empleado del futuro, infatigable, sumiso, fiel.

Para ocultar a sus robots de carne y hueso, Amazon nos ha enseñado un robot de mentira, más falso aún que los actores disfrazados de autómatas que subieron al escenario en la obra de Čapek. Y el truco de magia ha funcionado.  Los informativos de todo el mundo han convertido la publicidad verdadera en una noticia falsa. Basta reflexionar cinco minutos para ver que el octocóptero mensajero no es sólo inviable en el presente sino también en el futuro más inmediato. Pero como distracción el vídeo del ‘dron’ cartero ha sido perfecto.

El debate sobre su utilidad ha ocultado las investigaciones sobre las terribles condiciones de trabajo en el vientre de la librería virtual. Somos máquinas, somos robots. Nosotros conectamos el escáner, pero perfectamente ese aparato podía estar conectado a nosotros“, dice Adam Littler, el periodista de la BBC que cual heredero de Günter Wallraff – que en los ochenta del siglo pasado se disfrazó de turco para comprobar cómo eran explotados en Alemania -, trabajó en el almacén de Amazon en Swansea, Gales. El vídeo lo podéis ver aquí.

Escáner en mano, Littler debía seleccionar los libros, películas, consoladores o colonia que vende este inmenso bazar. Un objeto cada 33 segundos, en jornadas que podían durar más de 10 horas y en las que llegó a caminar casi 15 kilómetros, empujando su carretilla cargada de banastas de plástico amarillo. Si se equivocaba, un pitido delataba su error. El ritmo es tan estresante que tras ver las imágenes un médico declaró sin reparos que podría provocar enfermedades mentales y físicas. No hay, claro, representantes sindicales y los trabajadores temporales se usan y tiran como pañuelos de papel.

El reportaje de la BBC es la penúltima denuncia televisiva. En febrero, la televisión pública alemana acusó directamente a Amazon de esclavista. ¡Entregado! está protagonizado por Silvina, una empleada española. Subcontratada por Amazon,  denunció que cobraba un 12% menos de lo acordado, que estaba continuamente vigilada, incluso durante la comida, y que dormía en una cabaña con cinco desconocidos. “Es como una máquina – dice Silvina – y nosotros somos como piezas que la componen”. De nuevo, la imagen del robot de carne y hueso.

Amazon elude pagar impuestos allí donde opera, pero ha desembarcado en España con una alfombra roja tendida por nuestros gobernantes. Sin reparos, nuestro ministro de Cultura ha condecorado a Jeff Bezos poniéndole una medalla a su padrastro, mientras las librerías reales desaparecen de nuestras calles. Las mismas librerías en las que cultas damas apuntan en sus móviles las últimas novedades que pedirán con un click al gigante devorador, felices porque han visto en los informativos cómo en unos años un robot llevará su deseo directamente a su jardín, contentas de ignorar el drama diario de los robots de carne y hueso que trabajan en el frío vientre del monstruo.

Pd. (5/12/13): Os invito a leer la entrada que Carlos Hernández Echevarría (@carlos_hem) publicó en su blog Americaneo’ cuando Bezos compró el ‘Washington Post’

Pd. (11/12/13): Muy recomendable ‘¡Qué viene Amazon!’, el completo artículo de Nacho Carretero en Jotdown al que podéis llegar pinchando aquí.


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